Estando enferma y según la ciencia de la tierra no tenían cura mis males porque mi enfermedad era grave, según los médicos que me atendían tenía cáncer, iba a caer a los cuarenta años. Un amigo de mi segundo esposo le dijo: "¿Por qué no la llevas a María al médico del agua fría?"; en aquel entonces residía en Buenos Aires en la calle Nueva Granada así se llamaba, hoy Yapeyú.
Vine a verlo y me dijo: “¿Por qué no has venido antes?, porque tú estás conmigo”; yo no le comprendía, quería decir en espíritu. Después me dijo: “¿Por qué no ha venido tu marido?", yo le dije: porque tiene que cuidar el negocio; y me dijo: “¿Y si se te muere? Usted lo cuidará”; no contesté, hizo “hum”, nada más. Al poco tiempo se murió.
Fui dos veces a verlo, la primera vez me dio una copa de agua y una hermosa oración; el agua la tomas todas la mañanas, la sacas de donde quieras, la oración apréndela de memoria, en el libro está pero no para que la digáis y me dijo: “Cumple y sanarás”. La segunda vez que fui le pedí que me diera una botella de agua y me dijo: “¿Para qué la quieres, para lavarte la cara?” Yo como no comprendía puse la idea en el agua, no era el agua, era la fe en Dios. Con la oración, los que no creían en Dios por el interés de sanar los traía a la Fe de Dios y los que eran de Dios los conservaba.
Sin que yo le dijera nada, me dijo: “¿Quieres hijos? Sí que vas a tener hijos; ¡hasta por de bajo de la mesa van a andar!” Pero yo no sabía qué clase de hijos iban a ser, ya lo creo que tengo y muchos.
Yo me fui a Saladillo, no lo vi más. Al poco tiempo fallecía mi segundo esposo, cuando lo llevaron a enterrar, yo me quedé en Saladillo en el Hotel y me acosté a descansar; cuando volvió la familia me encontraron muerta en un charco de sangre, pero en el cuerpo quedan elementos; sino es la hora no se va, así que volví a la vida. Por eso os digo yo, dice la Madre María: que aunque despidan sangre no se asusten que si no es la hora no se van.
Era la misma y no era la misma, la misma casa pero diferente revoque en el mismo mundo; cambié por completo.
Estuve en una habitación encerrada bajo llave un mes sin comer y sin beber, mientras preparaban el cuerpo para la lucha; mi espíritu ya venía preparado, pero el cuerpo había que prepararlo; entonces me hablaban directo. Pedí nuevamente cumplir lo que arriba había prometido, aceptada fui.
Cuando salí del lecho del dolor, estuve una noche de tormenta arrodillada en el patio; mi propia familia decía: "María está mal de la cabeza", mi hermano les dijo: "déjenla tranquila a María, que cumpla lo que ha prometido"; es decir la misión.
Cuánto sufrí no podéis imaginaros, para arreglar este débil cuerpo para soportar tantos sufrimientos que me esperaban. Cuando salí del lecho del dolor arreglé la testamentaría y me vine a Buenos Aires, mandé a construir la casa de la Rioja N.º 771.
Ahí empezó mi peregrinación amarga, yo no conocía la Capital, alguien me guiaba, iba por los conventillos, no fui a los palacios, iba adonde había miseria y enfermos, cuando encontraba alguno le decía: ¿Queréis que os enseñe lo que fue bueno para mi? Aceptaban.
Así anduve recorriendo, envuelta en un manto negro, ayudando a los necesitados con dinero y espiritualmente. Como mis dos esposos me dejaron bienes, yo pude hacerlos prosperar, pero mi espíritu vino a cumplir la Ley de Dios, que es la caridad, hacer el bien sin mirar a quién, el bien por el bien mismo, enseñaba la fraternidad. Mientras yo tenía, no recibía nada; como entonces me hablaban directo de arriba, me dijeron: tu enseñas la fraternidad y no quieres fraternizarte, quieres ganarlo sola; fue entonces cuando empecé a recibir lo que me daban y compartí lo ajeno como compartí lo mío.
Los bienes de mis dos esposos han sido la raíz de mi trabajo, las agradecidas madres me llamaron, en verdad fui como una verdadera Madre para todos aquellos desheredados de la fortuna y enfermos de toda clase.
Yo no hice propaganda de ninguna clase, los unos a los otros se aconsejan seguir ésta misión de Dios practicada por mi; no puse avisos, ni placas en la puerta, ni repartí tarjetas, no llamé ni llamé a nadie; cuando se llenó la casa ya no pude salir; en Rioja estuve veintidós años de pie sin descansar tarde y mañana; los antiguos recordarán entonces les decía que invocaran a Dios, Jesús y la Virgen María y les ponía la mano en la cabeza, eso era un cariño; al niño se le cambian los libros a medida que avanza en el estudio y les decía llegará el día que no les colocaré más la mano; formaré una religión más provechosa que todas las demás y sanarán lo mismo, no les hablaré de enfermedades tampoco; una religión, ¿no veis que no hablo más de enfermedades?